CIRCUNSCRIPCIÓN # 2 (ARAUCA)

Karen Astrith Manrique Olarte nació en Tame, Arauca, en el corazón de un territorio resiliente. Hija de campesinos y formada en el trabajo colectivo, es hoy una legisladora que ha logrado unir lo técnico con lo humano y la política con la sensibilidad social.

Es Profesional en Administración de Empresas de la Universidad Francisco de Paula Santander, con especializaciones en Gestión Pública (Universidad de los Llanos) y Gestión de Proyectos (ESAP). Cuenta con tres maestrías, una en Derechos Humanos y Derecho Internacional de los Conflictos Armados (Escuela Superior de Guerra), otra en Derecho Ambiental y Sostenibilidad en la Universidad Jorge Tadeo Lozano y una en Gestión y Dirección de Proyectos (Universidad Benito Juárez de México).

Su trayectoria está marcada por el compromiso real con la transformación social desde los territorios. Ha sido asesora legislativa, funcionaria pública en el nivel municipal, y asesora técnica de procesos rurales estratégicos, como la implementación de los Planes de Acción para la Transformación Regional (PATR) en los municipios PDET.

Integra la Comisión Primera Constitucional, donde impulsa reformas estructurales para el país; la Comisión Especial de Ordenamiento Territorial, que preside con enfoque regional y técnico; y la Comisión Legal de Paz, espacio clave para garantizar los derechos de las víctimas y avanzar hacia la reconciliación.

Ponente y autora de proyectos de ley fundamentales como el Plan Nacional de Desarrollo, el Presupuesto General de la Nación, y la reforma a la Ley de Víctimas (1448 de 2011), entre otras, con la que se busca acelerar los procesos de reparación administrativa. Su liderazgo ha estado siempre del lado de las víctimas del conflicto, el campesinado, las mujeres rurales, la niñez y las comunidades excluidas.

No se ata a partidos políticos. Ha hecho de la coherencia su línea de trabajo y del bienestar de los más necesitados su único norte. Esa libertad para decidir con autonomía le ha permitido legislar con integridad, sin ataduras y con la mirada siempre puesta en el interés de los territorios y comunidades que representa.

Llegó al Congreso a abrir puertas para quienes nunca las han tenido cerca. Su voz representa la dignidad de lo rural, la fuerza del arraigo y la esperanza de que el Estado también puede estar al servicio de los que han sido históricamente olvidados.